Etnología
Juegos - GUARDIAS Y LADRONES
Se juntaban unos cuantos muchachos, y enseguida organizaban dos
grupos, uno representado por GUARDIAS y otro por LADRONES. Como la mayoría
preferían ser mala persona (ladrón), tenían que echar suerte para ver quien
le tocaba ser. Cogía uno de ellos una china del suelo (piedra pequeña se
entiende), la ocultaba en la espalda en una de las manos que cerraba hecha
un puño, después presentaba las dos manos cerradas para que el otro
eligiera, habría la mano elegida y si allí estaba la china, había perdido,
convirtiéndose en GUARDIA. El que elegía la que no tenía la china,
lógicamente pasaba al grupo de LADRONES. De esta forma lo hacían todos. Si
resultaban más en un grupo que en el otro, los elegidos primero no se
movían, pero entre los últimos seguían hasta completar las dos cuadrillas.
Si eran nones y había uno más, se agregaba a cualquier lado. Llegaba otro
muchacho y se unía a los que eran uno menos. Llegaban varios y tenían que
echar suerte entre ellos, igual a como lo hicieron los anteriores. Elegían
una esquina donde desembocaban tres o cuatro calles que no eran muy largas,
para en ellas poderse esconder los LADRONES; preferían ir a la Plaza del
Imperio, pues allí estaban los portales, los alrededores del Ayuntamiento,
la Iglesia de Santo Domingo (antes de 1.957 pues se quemó), el Altillo, el
Arroyuelo Medio, el Callejón, etc.; otro sitio preferido para la práctica de
este juego era la umbría de la Iglesia del Salvador, con las calles cercanas
y el callejón de Cervantes. Los GUARDIAS se quedaban quietos en un sitio
durante un rato corto, para que se escondieran los LADRONES, que solía ser
entre los portales, alrededor de la Iglesia, detrás de las cortinas de las
puertas de las casas, etc. Se ponían en movimiento los "buenos" y en cuanto
un "malo" era localizado, enseguida detrás de él, que como se habían
repartido por distintos sitios, le acorralaban y cogían. Así uno tras otro,
era apresada toda la pandilla de maleantes, que ahora se cambiaban, y los
"buenos" pasaban a ser los "malos". El tiempo se pasaba sin control, que las
pandillas estaban tan a gusto que no se daban cuenta como pasaban las horas
del reloj, y muchas veces debía de acudir algún familiar en su busca.